¡Agonizan monjes en la Mantellina!

Publicado en por Evelio Varela

LOS QUE NO SUPIERON CORRER, ¡SE ENLUTA EL “SOLICITO AMOR”..!

El viernes 7 de febrero en horas de la tarde en la parte alta de Pueblo Chiquito comenzó el fuego que al trepar la empinada cima y con impulso del viento consumió en un 95% el verdor y espesura del Cerro  la Mantellina, entre ellos unos veinte pinos que sin ser sembrados por voluntad y mano humana surgieron de la tierra como por arte de Magia, como los Monjes de la leyenda.  El incendio que duró casi tres días consumió vegetación seca, árboles y arbustos,  no pudo ser sofocado a tiempo, ya para el domingo 9 en la noche todo era llamas y cenizas

Se trata de los árboles monjes, El programa –es de Talandia y -ya tiene más de 50 millones de árboles monjes y, dada la alta religiosidad que acompaña los tailandeses.  

“En los bosques tailandeses no es  raro encontrar árboles con un trozo de tela color azafrán amarrado alrededor del tronco. Se trata de los árboles monjes, ordenados en masa por los ecologistas de ese país para ponerlos fuera del alcance de los taladores. En la ceremonia, un monje budista canta algunos mantras e impone los hábitos sagrados antes de poner un aviso para advertir a los posibles agresores de la gravedad del sacrilegio que están a punto de cometer. La idea es el resultado de la desesperación de las organizaciones ecologistas, que enfrentan una tala de al menos 17.000 árboles preciosos por día. El programa ya tiene más de 50 millones de árboles monjes y, dada la alta religiosidad de los tailandeses,  esperan que sea un éxito. Estos monjes convirtieron a los árboles en líderes espirituales para proteger al medio ambiente ¿Cómo sería el mundo si las personas consideraran a la naturaleza como sagrada?” http://www.upsocl.com/verde/estos-monjes-convirtieron-a-los-arboles-en-lideres-espirituales-para-proteger-al-medio-ambiente

En el inicio de la década de los sesenta –del siglo pasado-  comenzaron a arder nuestros bosques  premontanos y en el suceder de los años se hizo tradición el maligno y peligroso fenómeno de la quema forestal. Algunos lo veían muy divertido y necesario Comenzaron por quemar montoncitos de basuras, barbechos, desechos de pastizales, etc. Pasando de la simple quema al incendio de vegetación descontrolado. Las funestas consecuencias derivadas del mismo desbordaron el control, y la proporcionalidad maléfica aumentó con los años.  Observando esto que se hizo tradición  nos surgió la inquietud  de no ser indiferentes. Buscamos y solicitamos cierto apoyo –que logramos-  de los medios de comunicación  de la capital tachirense con el fin de desarrollar una modesta campaña de escritos y pronunciamientos  con miras a despertar el interés y atención de alguien…  y a la vez solicitar  apoyo para  pellizcar el nervio de la ciudadanía, también de los  entes gubernamentales de turno,  haciéndoles ver la importancia y necesidad   de asumir posturas y retos para la búsqueda de elementos comunicativos  que pudieran persuadir a un público indiferente ante la magnitud del desastre ocasionados por los incendios de forestación. En primer lugar, para incrementar la alerta temprana, así como vigilancia preventiva in situ en los sitios de alta vulnerabilidad y en los primeros meses  de inicio de sequía. Y en segundo lugar, para desarrollar una campaña de siembra de Árboles si no en todo, en parte el Cerro y Montaña de La  Mantellina  a la llegada de las lluvias. Esto sería lo más práctico y elemental. Era necesario también preparar y organizar la comunidad con su rol fundamental y protagónico. En ese entonces comenzaba andar el Proyecto de construcción del Sistema de Acueducto Cordero, Palmira, Capacho, que daría agua a estas  tres ciudades involucradas  y comunidades intermedias. Alguna gente empezó a ver que ese proyecto sería la solución total a la carencia  o insuficiencia de agua, desinteresándose por la importancia de cuidar los Manantiales de la Mantellina ya amenazados y menguados, y  de las luchas que debería sostenerse por su protección, tal  como  el cuido y vigilancia de las “nacientes y sus áreas protegidas”. Esto desde luego suponía crear un Proyecto, con visión disciplinaria, apoyo y una serie de instrumentos logísticos, recursos humanos y económicos suficientes que los mismos objetivos podían derivar. Esto no sería difícil si lo asumía una organización coherente y consciente de la alta responsabilidad  que el  reto  contenía y cónsona con la implementación

n    de una respuesta duradera y sostenible.

Pese a  nuestra insistencia y el apoyo de los medios de comunicación escritos y hablados,  bien vale  recordar con mucha gratitud a los comunicadores sociales:  J.J. Mora F. y Carlos Alviárez Sarmiento; Antonio Ruíz Sánchez, Nelson Arellano Roa, Erasmo Rosales Avendaño, José Mardonio González, Francisco Guerrero Pulido,  entre otros tantos, que nos tendieron la mano, prestaron  pluma y micrófono que sirvió de canal abierto para dar a luz pública  nuestras propuestas  ecológicas, pero  eco no se reflejó ni se plasmó en la ciudadanía y menos en los  entes gobernantes de turno; perdió contundencia y estima   ante la llegada de las bien merecidas aguas  -1970- del Acueducto de  “Peña del Toro” – del Municipio Andrés Bello –con el nombre de Sistema Cordero, Palmira, Capacho y  comunidades intermedias, y  pensó el común que ésta sería la solución definitiva  y  de larga duración  ante el clamor y urgente necesidad de  agua potable suficiente para Palmira.  Algunos  llegaron a pensar que ya no necesitaban de los manantiales de La Mantellina y mucho menos del Cerro La Compañero que hacía pareja con esta.

 

La Mantellina es el nombre de un Paisaje Montañoso y un Cerro emblemático de la Fila de Letreros que identifican telúricamente  a Palmira capital del Municipio Guásimos del Táchira. Es un pequeño reservorio propio de diversidad biológica, hay pequeña fauna, pequeña flora. Y aposentos naturales santuarios encantadores desde donde emergieron unos  monjes confundidos con la espiritualidad perenne de las aromas y frescura de la montaña.

Al lado del Cerro, que entreteje el escenario natural de la Fila de Letreros se encuentra La Montaña La Mantellina propiamente dicha, donde se ubican  los manantiales  y nacientes naturales  de agua que históricamente surtieron  las poblaciones de  Palmira y Táriba, Patiecitos y asentamientos intermedios.

 

Esa montaña venerada por nuestros antiguos humanos pobladores  durante muchos años  a sido víctima de una secuencia de tala de árboles, arbustos y  demás deforestación que ha mermado la húmedas y las mini corrientes que hace cuarenta años era hermoso contemplar. Todo se ha mermado ante la mirada indolente de propios y extraños, así como de las autoridades gubernamentales.  Por  varios años y en varias oportunidades el fuego calcinó gran parte de las frondosas alfombras que adornaban las capas del paraíso de sus sombras: el saqueo de sus musgos y líquenes en tiempo decembrino desnudaron y dejaron en cunclillas al territorio montañoso  que ya no guardaba humedad y debilita la sostenibilidad de la vida de los microbiológicos  que en él se encuentran o se pueden encontrar.

 

En el año 1948, muy cerca a la montaña al costado derecho del Cerro existía una población humana que convivía en sana paz con la Montaña.  Las familias que allí residían: - algunas de ellas recuerdo-, Juan Vivas y sus tres hermanas.  Alejandro García y familia, Juan Mateo Romero y familia, Ramón Vivas y familia, Jacinto Romero y familia, La Sucesión de Claudio Chacón. De sus existencias sólo quedan algunos pinos que fueron  plantados frente a las campesinas viviendas. La casa de Juan Vivas y sus hermanas era grande, alta y amplia, de tapia pisada, puertas  anchas de madera, techo de teja y pisos de ladrillo, por lo tanto era la más  resaltante del lugar. Amplios cuartos, dormitorios y espacio de almacenamiento para productos agrícolas. Vaquera con ganadería de altura  en establo externo. Extensiones de potreros con pastos para raciones del ganado y  aire libre. Clima de Montaña. Aguas libres y propias de la montaña, y luz de lámparas de carburo. Tres perros guardianes que impedían la entrada y presencia de extraños en sus alrededores..

 

Pasaron años, muchos por cierto, ¡y como milagro! brotaron de la tierra inclinada –algunos en lo más empinado del Cerro- uno por uno, más quince arbolitos –pinos-, no emergieron  simultáneamente: nació el primero, y no sé cuantos años después  fueron brotando sucesivamente otros más, hasta llegar a la cuenta de quince ahora más, con la presencia de otros que aun son bebes  para  concretar la familia pinácea del Cerro, convirtiéndose así en los  Monjes que trepan  con el balbucear de las ventolinas en  sus ramas el Cerro  la Mantellina,  cuya presencia es gratamente visible  desde Palmira, Táriba y San Cristóbal. Nadie los sembró, nadie los regó, nadie  rogó por su existencia, brotaron libremente y crecieron por cuenta propia, y…. en un rato, fueron quemados sin contemplación ante la mirada impotente del Valle de San Cristóbal. ¡Ahora puede decirse, Nadie los quemó..!

 

Recuerdo que en nuestros escritos proponíamos que cada año se sembraran como mínimo 100 árboles. ¿Cuántos sumarían en más de 45 años de nuestras ilusiones?  ¿Ó,  Cuántos Monjes engrosarían  la  metáfora por analogía  “Palmira ciudad espiritual de Venezuela”? También podemos mencionar con mucho respeto y agradecimiento al Profesor Antonio Melgarejo de la Escuela Bolivariana Monseñor Tomas Antonio Sanmiguel de Palmira, quien junto a sus alumnos, ¡todos los años! sube la montaña y siembran no menos de 20 arbolitos. ¡Dios les bendiga!

 

El Dr. José Joaquín Villamizar Molina, -Cronista Emérito de San Cristóbal -hijo adoptivo de Palmira-  en su poema “Palmira, Tricolor de la Palabra”, del poemario Mantellinas de Palmira,  por él recitado el 5 de julio de 1969, en su FIAT LUZ,  [“La historia germinó en un árbol, y los árboles son el símbolo más auténtico de la raza. Y al parafrasear a Quintana: dice --Arboles peregrinos! ¿Cuál la mente que os quiso agrupar? ¿cuál fue la mano que os plantó?  Y al continuar, cita  versos finales de ”La  Carrera de los Arboles, de Salvador Rueda”:  Los árboles son torres que el sol viste de lumbres, guardianes que dominan los grandes horizontes. Son altos obeliscos que Dios Plantó en las cumbres; son bíblicas pirámides que Dios puso en los montes” ]

 

Es importante que los ciudadanos y ciudadanas de nuestro tiempo, organismos municipales, regionales y nacionales asuman un compromiso y “retomen la iniciativa de hace 50 años”, como reverencia de consciente respuesta el reto que nos  imponen los corpulentos y nóveles  “Monjes de la Mantellina” que con su presencia nos estimulan, nos retan  y nos invitan a revelar nuestra voces   “no al  calentamiento global y cambio  climático”, No al desastre y muerte de nuestros ecosistemas asumiendo  acciones buenas, entre otras, el repoblamiento vegetal de nuestros cerros, cimas y montañas. ¡Qué las futuras generaciones nos recuerden  el bien que hicimos o nos odien por el bien que dejamos de hacer!     

 

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